“El primer showroom que tuvimos fue en nuestra casa, que no teníamos ni espejo de cuerpo entero, las clientas se subían a la bañera para verse en el espejo del lavabo. La agenda era un folio pegado en la nevera con un imán: a las cinco, fulanita.
Y los armarios, curvos de peso de tener tantas cosas dentro. En 1996 llegamos por fin al piso definitivo, donde aún trabajamos y vivimos hoy.
Lo que más me enamoró de vivir aquí es vivir dentro de una parte de la historia.